Una teoría científica es
un cuerpo coherente de conocimientos conformados por un conjunto de leyes
relativas a una amplia clase de fenómenos observables. En pocas palabras, es un
conjunto de leyes científicas relacionadas entre sí. Estas no pueden ser
sometidas a contrastación experimental directa e incorporan términos teóricos
con los que postulan la existencia de dichos términos incapaces de ser
observados.
Es por esto que no podemos
asegurar que una teoría científica es 100% cierta. Esto se debe a que siempre
cabe la posibilidad de que aparezca una anomalía. Por ejemplo: vemos un cisne
blanco, al día siguiente vemos otro cisne blanco, al siguiente y al siguiente
seguimos viendo cisnes blancos, por lo que llegamos a la conclusión de que
todos los cisnes son blancos, pero por muchos cisnes blancos que veamos todavía
existe la posibilidad de que encontremos un cisne negro. Aun así, si se puede
verificar progresivamente. De esta manera no podemos afirmar que una teoría es
verdadera, pero si posiblemente verdadera.
Otra opción es la
falsación. En esta no se puede afirmar que una hipótesis es cierta, pero si se
puede afirmar rotundamente que es falsa, ya que solo se necesita una anomalía
para que una teoría sea errónea. Usando el ejemplo anterior, en el momento en
el que encontremos un cisne negro la teoría de que todos los cisnes son blancos
será completamente falsa, sin importar el número de cisnes blancos que hayamos
visto.
Un buen ejemplo de una teoría
falsa referente a la medicina es la teoría de los cuatro humores. Esta fue
adoptada por los filósofos y físicos de las antiguas civilizaciones griega y
romana. Desde Hipócrates, la teoría humoral fue el punto de vista más común del
funcionamiento del cuerpo humano entre los médicos europeos hasta ser desbancada
por la medicina moderna a mediados del siglo XIX. Esta teoría mantiene que el
cuerpo humano está compuesto de cuatro sustancias básicas, llamadas humores
(líquidos), cuyo equilibrio indica el estado de salud de la persona. Así, todas
las enfermedades y discapacidades resultarían de un exceso o un déficit de
alguno de estos cuatro humores. Estos fueron identificados como sangre, bilis
amarilla, bilis negra y flema.
Además de la verificación
gradualmente creciente y el falsacionismo, los filósofos encargados de la
ciencia han elaborado otras tres opciones para este problema: el realismo, en
el que se afirma que las teorías son objetivamente verdaderas o falsas
dependiendo de si corresponden o no con la realidad; el instrumentalismo, en el
que las teorías no son ni verdaderas ni falsas, sino más o menos útiles; y el
descriptivismo, por el que las teorías son descripciones resumidas de
relaciones entre sucesos o propiedades observables.
En conclusión, las teorías
científicas no son las verdades incuestionables que se cree popularmente y
jamás se podrá afirmar que una teoría es absolutamente cierta.
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